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Diario YA


 

¿Qué se ha hecho del bluff de la “nueva normalidad”?

Cuando una persona, que ejerce la máxima autoridad política de una nación, se dirige a la ciudadanía, lo menos que se puede esperar de ella es que mantenga un tono comedido, una actitud distendida que cause confianza entre los que lo escuchan, un discurso entendible y fácilmente comprensible por la audiencia y, por encima de todo y como premisa fundamental, que sea capaz de infundir confianza, inspirar tranquilidad y conseguir que quienes atienden a sus palabras salgan convencidos de que aquello que se les ha dicho forma parte de un plan realizable, posible, sensato y creíble, que les inspire la suficiente confianza en que su porvenir está en buenas manos, lo adecuadamente hábiles y preparadas para garantizarles un futuro sosegado y libre de nubarrones tormentosos.
El señor Pedro Sánchez y quienes forman parte del equipo que le aconseja y pertenecen a su gobierno, han dado muestras, en todo el tiempo que llevan al frente del gobierno de la nación, de que su único y principal objetivo no ha sido precisamente preocuparse de que las decisiones que han ido tomando sean las que mejor convengan al pueblo español, las que resulten más adecuadas para cada circunstancia que se produzca en nuestra nación, las que mejor se adecuen a la salud y a las necesidades vitales de los españoles o las que, en momentos de traumas sociales, de catástrofes naturales o de pandemias mortíferas, dispongan de los recursos apropiados, de la diligencia precisa, de la capacidad adecuada y de la serenidad necesaria para hacerlos frente, sin dejarse amedrentar por los obstáculos que se vean precisados a afrontar para preservar, a los ciudadanos, de los efectos nocivos que se pudieran derivar de aquellas amenazas a las que han debido oponerse.
Recordamos aquellas inacabables comparecencias del señor Presidente para ir dando cuenta de todo lo que se hacía, dejaba de hacer, era necesario justificar o había que desmentir, precisamente porque estábamos en unos momentos en los que el Covid 19 arrasaba y el Gobierno no tenía la más mínima idea de cómo salir de un trance en el que se había metido, a causa de no haber hecho caso de las advertencias que llegaban de la OMS, y del resto de Europa, respecto a la amenaza que se nos venía encima en forma de pandemia mortal, precisamente porque a su gobierno y su partido no les iba bien impedir que se llevase a cabo una manifestación feminista que le interesaba apoyar. Ciento veinte mil personas sin protección fueron una de las causas del gran contagio que sufrió Madrid, cuando ya no había remedio para impedirlo.
Hoy mismo el señor Pedro Sánchez, después de sus vacaciones y en el momento en que ha estimado oportuno ha vuelto a comparecer, una vez más para darnos uno de sus maratonianos discursos (1 hora y 20 minutos), emulando a las palizas oratorias del señor Fidel Castro, para repetir exactamente lo mismo que ha estado diciendo durante todos los meses de la pandemia. No se cansa de intentar vender que lo han hecho lo mejor posible y que. si no han conseguido más éxito ha sido por causa de la “falta de cooperación” del PP y los partidos que no le han apoyado pese a que, de todos es sabido que dispone de una mayoría absoluta en la cámara que le permitiría tomar las medidas adecuadas si se lo hubiera propuesto. Un señor que, apenas percibió un atisbo de esperanza, pensando que la pandemia ya se batía en retirada, se atrevió a decir que gracias a él se habían salvado ¡450.000 españoles! Aquí vendría de maravillas aquella frase atribuida, falsamente, a José Zorrilla que decía aquello de: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, convenientemente adaptada al caso del señor Sánchez podría quedar en algo parecido, ripio más o menos, a:”los vivos que vos contáis ya  reposan en ataúd”.
Tenía tanta prisa en ocultar el desastre de su gobierno en su actuación en contra de la epidemia; tanta pasión en  intentar justificar el retraso en tomar las medidas oportunas para enfrentarse al coronavirus; que no tuvo la paciencia, la prudencia y la inteligencia necesarias para contenerse y esperar unos meses para poder comprobar si era cierto que la pandemia había remitido o sí, como ha sucedido, sólo era la consecuencia del confinamiento de toda la población en sus casas que luego, como así ha sucedido, cuando se ha querido recobrar la normalidad, se ha comprobado que lejos de haber acabado con el virus, lo que ha sucedido es que viene reapareciendo, ya lo ha hecho en más de 600 lugares de España, atacando a aquellos que, en un principio parecían ser inmunes al Covid 19, los más jóvenes, y luego se ha demostrado que no lo eran y que eran capaces de trasmitir la cepa a otras personas para que se propagase, de nuevo, la pandemia.
Y luego la nueva “boutade”, la incontinencia verbal de no medir sus expresiones, de no matizar sus afirmaciones o de no tomar conciencia de la oportunidad de emplear presuntas frases inteligentes, para intentar darse importancia cuando, ni corto ni perezosa, nos habla de que ”ahora se trata de recobrar la nueva normalidad”. No la vida normal, la normalidad de la que gozábamos los españoles, no precisamente antes de que nos azotara la pandemia, sino mucho antes, antes incluso del 15M, cuando el virus comunista bolivariano sentó plaza en Madrid para empezar la revolución progresista, que ahora todavía estamos sufriendo, bajo el gobierno socio-comunista de Sánchez e Iglesias; cuando España, bajo la presidencia de Aznar, se había convertido en la envidia de toda Europa. O, ¿Es que Sánchez, al hablarnos de “nueva normalidad”, se refería a ésta que ya todos estamos viendo venir como consecuencia directa de los efectos letales de la pandemia del coronavirus y de sus consecuencias económicas, financieras, sociales, laborales, industriales y políticas? La misma que amenaza con acabar, de un plumazo, con todo lo que los españoles, a través de años de esfuerzo y trabajo, habíamos conseguido alcanzar en cuanto al progreso de nuestra economía, nivel de vida, adelantos científicos, descubrimientos en medicina y en las  tecnologías que nos han traído las nuevas técnicas digitales y su revolución en todos los aspectos de la vida moderna.
No sabemos, a ciencia cierta, lo que ahora pretenderá el señor Sánchez, lo que sí creemos saber es que, de momento, no parece querer acabar con sus buenas relaciones con los comunistas de Podemos, pese a esta aparente buena sintonía con los infelices de Ciudadanos, empeñados en destacar y conseguir avanzar electoralmente, con su pretendida colaboración en la futura aprobación de unos presupuestos que es evidente que, mientras los comunistas tengan algo que decir, va a ser imposible que se aprueben y, si por desgracia lo consiguieran, es evidente que nuestra deuda y déficit públicos nos iban a conducir a una situación insostenible que, indudablemente, acabaría por situarnos fuera de Europa, con todas las consecuencias nefastas que, para España, iba a representar el quedar fuera de la órbita comunitaria.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, en esta nueva etapa marcada por los inesperados rebrotes del coronavirus y por la incapacidad manifiesta de nuestras autoridades, centrales y autonómicas, para hacerle frente a un período con el que no se contaba, al menos hasta que llegase el otoño, y las terribles consecuencias que para un turismo, ya herido de muerte por los primeros zarpazos de la pandemia, ha resultado ser la puntilla que ha acabado con cualquier esperanza de salir vivo de esta catástrofe, que amenaza con dejar a nuestro país en una situación en la que las dosificadas ayudas que nos van llegando del resto de Europa, no van a ser suficientes para conseguir que podamos superar los meses de crisis que nos quedan por delante. Y, con todo esto, tenemos que seguir escuchando las rimbombantes palabras de este señor, del que ya nadie en su sano juicio se puede fiar, esperando el momento en el que se conviertan, inevitablemente, en agua de borrajas. Puede que, para entonces, ya sea tarde para salvar a España de las consecuencias de su mal gobierno. Hoy, una personalidad de la I República, don Emilio Castelar, nos deja su impronta: “Las coaliciones son siempre muy pujantes para derribar, pero son siempre impotentes para crear.”
 

Miguel Massanet Bosch