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Pedro Sánchez, prometió su cargo ante el rey sin la presencia de la Biblia ni de un crucifijo delante

ALEA JACTA EST

Rafael Nieto. Algunos medios destacan en sus crónicas que, por primera vez en democracia, el nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prometió su cargo ante el rey sin la presencia de la Biblia ni de un crucifijo delante. Probablemente ignoren estos compañeros que lo uno y lo otro, la Biblia y el crucifijo, no pintan ya nada en España. Gracias a lo que han hecho los partidos durante los últimos cuarenta años, la política, el gobierno, las instituciones..., todo se hace de espaldas a Dios, no solamente ignorando lo que Cristo nos encomendó, sino yendo directamente contra todo ello. Mintiendo a diario para alcanzar o conservar el poder, despreciando la dignidad humana en las leyes y empujando a los ciudadanos a un lodazal de relativismo, en el que prácticamente todos los dirigentes sin excepción se mueven como gorrino en la charca.

Es éste un buen punto de partida para analizar sucintamente lo que ha ocurrido en España en las últimas horas. El advenimiento de lo que se ha dado en llamar "un gobierno Frankenstein", y que en realidad no es otra cosa que el Frente Popular que ya usurpó el poder en nuestro país justo antes de la Guerra Civil. 22 partidos, todos contrarios al Bien Común de los españoles, algunos de ellos amigos de golpistas y terroristas, en torno a un hombre, Pedro Sánchez, capaz de cualquier cosa por gobernar. Incluso de aceptar unos Presupuestos que él mismo ha calificado, hace sólo una semana, como los más regresivos e injustos de la democracia.

Pero hoy conviene, más que sufrir por la hecatombre que se nos viene encima, analizar con calma lo que ha ocurrido para que hayamos llegado a este escenario dantesco. Algunos hemos empleado muchas horas de trabajo, en el micrófono y en el teclado del ordenador, diciendo que apoyar el mal menor, lejos de lo que mucha gente cree, no es la manera de conservar el poder, sino de perderlo poco a poco. Hacer la vista gorda ante lo que está mal, callar y no denunciar la corrupción moral (célula y explicación de las demás), en definitiva, mostrarse complaciente con el mal sólo porque lo que viene será peor, equivale a ser cómplice de aquello que se quiere evitar a toda costa. Porque, por definición, todo cuerpo infectado o sucio, si no se limpia a fondo, tiende a empeorar y a morir. Y al pueblo español le han faltado agallas o determinación para desinfectar con lejía esta democracia purulenta, o usar el bisturí, que tantas veces nos ha funcionado.

Si los partidos golpistas separatistas hubiesen sido ilegalizados hace años, hoy no podrían apoyar el gobierno Frankenstein de Pedro Sánchez. Si el comunismo hubiese recibido por parte del sistema el mismo trato que se le ha dispensado al fascismo o al patriotismo, hoy no habría 71 diputados marxistas a punto de entrar en el Ejecutivo, con la misma sed de venganza que ya mostraron, en la adorada y perfecta Transición, Santiago Carrillo o la Pasionaria. Pero ni al PSOE de Felipe González y Rodríguez Zapatero, ni al PP de Aznar y de Rajoy, les interesaba en absoluto ilegalizar a quienes quieren destruir España y la paz y concordia que disfrutábamos los españoles en 1975. Populares y socialistas tenían, ya a finales de los setenta, el único objetivo de transformar los restos del franquismo en una partitocracia bipartidista, en un fenomenal chiringuito institucional donde poder enchufar a amigos, repartirse privilegios y hacer del pueblo español el paganini de sus excesos. Sin asomo de nada que tenga que ver con la necesaria búsqueda del Bien Común de los españoles.

Y los españoles, en vez de darnos cuenta del burdo engaño, en vez de rebelarnos contra este sistema injusto que nos convierte en meros pagadores de impuestos que votan una vez cada cuatro años unas listas cerradas de mediocres y corruptos, hemos tragado. Hemos tragado porque creíamos, y seguimos creyendo, que no es posible otra cosa, que nada existe salvo esta parafernalia democratista. Y así, con engaños y mentiras de bulto, con un autoritarismo más furibundo y canalla que el que ellos mismos denunciaban, así nos han empujado hasta este panorama desolador que hoy tenemos. Con un gobierno de extrema izquierda apoyado por unos partidos que acaban de dar un golpe de Estado en Cataluña, y otros que simpatizan con el terrorismo de ETA.

Mientras unos pocos decíamos estas cosas en emisoras pequeñas y humildes como ésta, otros sedicentes periodistas, con clara vocación de mamporrero, cantaban las excelencias del sistema, y pedían el voto para una derecha que casi nunca existió, y que empezó a ser socialdemócrata tras los atentados de Atocha. Esos periodistas y esos medios, que cuentan sus oyentes y espectadores por millones, son responsables también de haber mentido para consolidar una falsa democracia que nos condena a todos y que nos deja en manos de nuestros peores enemigos. Ellos se lo han cobrado en especie; nosotros lo vamos a pagar perdiendo la Patria.

Pero no es día hoy de lamentos, sino de esperanza. Ellos han gobernado de espaldas a la Biblia y al crucifijo, que ya ni se molestan en poner cuando juran el cargo de presidente. Nosotros seguiremos haciendo exactamente lo contrario: decir alto y claro que sin tener a Dios como fin último de toda acción humana, empezando por la política, nada es digno de respeto. Y que sólo cuando recuperemos esas pocas verdades que emanan del cristianismo, y que están impresas en las sagradas escrituras, podremos reconstruir el edificio de la Patria, hoy desmoronado. Es posible que tardemos, sí, pero ya hemos perdido demasiado tiempo dando rodeos.

Rafael Nieto,
director de Sencillamente Radio, en Radio Inter

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