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Diario YA


 

Editorial: "De shopping"

Editorial, 11 de agosto.

A menudo lo urgente no nos deja hablar de lo importante.

María Teresa Fernández de la Vega ha aprovechado sus merecidas vacaciones de verano para demostrarle al mundo la madera solidaria de la que estamos hechos los españoles, que no tendremos para llegar a fin de mes pero que no nos duelen prendas para destinar decenas de millones de euros a las más variadas causas.

Como las ancianas arañando el bolso a la salida de misa, De la Vega ha ido regalando millones (de euros) allá por donde ha pasado. El tema se ha disfrazado de obra social y caridad, y así es fácil que nadie levante el dedo indignado por el dispendio. En el Partido Popular han tardado en reaccionar, como siempre, por aquello de la mejor educación y el estilo diferente de hacer oposición. Afortunadamente, al final lo han hecho y su número tres ha decidido pedir explicaciones. Enhorabuena, ya era hora.

El dinero de los españoles (a lo mejor alguno pensaba que era de la vicepresidenta) irá al sumidero de los proyectos de cooperación, desarrollo, estudio y modernización que no requieren justificarse. En el mejor de los casos algo se mejorará la vida de los haitianos, los mejicanos o los distintos colectivos a los que se destina, y nadie podrá decir que no ha servido para nada.

Financiar la celebración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos era también algo que “había que hacer”, fundamental, imprescindible. ¡Qué pasaría si no se pudiera celebrar tan magna efeméride! En principio, y a bote pronto, cabe pensar que lo que ya está pasando: que el ciudadano de a pie seguiría sin saber enunciar uno sólo de los artículos de la Declaración. Ni falta que hace. Entrar en profundidades da vértigo porque, exactamente, ¿qué tiene pensado hacer Dña. María Teresa para celebrar que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos y que no se nos puede excluir ni por razón de sexo, ni de raza, ni de clase social o económica? Es decir, a parte de mandar a los colegios copias de la Declaración para que cuelguen del clavo que dejó al aire el crucifijo. En fin, desde aquí queremos echar una mano y sugerimos que se pegue una vueltecita por China. Y no porque sean los chinos un dechado de derechos humanos, libertades, avances sociales y esas cosas, qué va, sino porque son expertos en celebraciones y queman pólvora que se matan y en las mismas cantidades que ella va regalando mercedes.

 

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