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Diario YA


 

¿debe ser expulsada Celia Villalobos del PP por haber roto la disciplina de voto en la ley del aborto?

La casi abortada ley de Gallardón y Celia

Rafael Nieto. Subían ufanos, sonrientes, las escaleras que les conducían a la tribuna de oradores, donde estaba depositada la urna con su custodio, Jesús Posada, al lado. Iban haciendo bromas, chascarrillos..., ambiente de camaradería y casi jolgorio porque se había llegado al acuerdo de hacer una votación secreta para que cada cual pudiera decidir en libertad. El asunto era..., la ley del aborto, y sobre lo que se votaba era si dejar seguir el trámite parlamentario y que la nueva norma pueda discutirse y recibir enmiendas, o si paralizar el proyecto de origen. O sea, sobre lo que iban a decidir, secretamente, esos diputados y diputadas risueños y un poco atolondrados era sobre la vida de miles y miles de niños inocentes que quizá no puedan ver la luz jamás, porque alguien lo va a impedir. Con esta ley y con la anterior.
 

Porque lo que hemos dicho en este programa es que el anteproyecto de ley de Gallardón indudablemente mejora la ley actual, la de Zapatero y Bibiana Aído, aunque sólo sea porque es ligeramente más rigurosa a la hora de examinar las pruebas del llamado "tercer supuesto", el auténtico coladero del aborto en lo que llevamos de democracia. Pero por supuesto que no es la ley ideal para nadie que, como quien les habla, reconozca que la vida empieza en el momento de la concepción, y que, por tanto, nadie tiene derecho a meter sus sucias manos para detener ese caudal de vida que ya ha comenzado a brotar.
 

Ni siquiera en casos de violación, porque como bien decía esta semana Juan Antonio Martínez Camino, una injusticia no se corrige con otra y ninguna mujer que ha abortado se siente ni mucho menos orgullosa, con el paso del tiempo, del crimen cometido, por dramáticas que fueran las circunstancias que la empujaron a hacerlo. Martínez Camino, por cierto, recordó esta semana que cualquier persona que colabore en la realización de un aborto queda automáticamente excomulgada, porque la Iglesia tiene la obligación de defender siempre al más débil.
 

Pero quizá el episodio más curioso, por no decir también el más lamentable de la semana en relación con este asunto es la actitud mantenida por la ínclita Celia Villalobos, esposa de Pedro Arriola, el que es principal y casi único ideólogo del PP de Mariano Rajoy. La siempre progresista Celia decidió acatar la disciplina de voto en esa votación secreta con ambiente de romería celebrada el miércoles en la Cámara Baja, y en cambio votó con los socialistas y comunistas el jueves, cuando el voto era público, sin duda para que consten sus diferencias con el criterio de su partido en esta materia. Si es que realmente hay alguna diferencia sustancial de criterio.
 

Porque llegados a esta punto, nos preguntamos: ¿es Celia, realmente, el único y verdadero verso libre del PP, y representa la voz de la izquierda dentro de la derecha?, ¿o acaso piensan todos lo mismo dentro del PP, incluso en este asunto del aborto, y únicamente hay paripés de votaciones y de numeritos ante los MCS para, precisamente, hacer creer a los votantes que hay dos corrientes, y acaparar cuantos más votos mejor en las próximas elecciones? Porque todo podría ser.
 

Si esta señora es socialista, no debería estar en un partido de derechas. Debería estar en el PSOE, en IU o en UPyD, que aunque algún despistado no se entere muy bien, es un partido básicamente de izquierdas, como lo ha sido siempre y sigue siendo su líder, Rosa Díez. ¿Qué hace la vicepresidenta de la Cámara Baja y diputada del PP, Celia Villalobos, apoyando una propuesta del PSOE en el Congreso en contra de un anteproyecto de ley de su propio partido? ¿Qué sentido tiene todo esto, si es que tiene alguno?
 

Por lo demás, no tengo la menor duda de que la ideología sumamente progresista, marcadamente izquierdosa y, al mismo tiempo, liberal de la señora Villalobos tiene necesariamente que influir en la de su esposo, señor Arriola, que, a la vez, algo influirá, pienso yo, en la de Mariano Rajoy, hombre siempre atento a los consejos de sus asesores y especialmente de éste, con tanta tradición y predicamento. De manera que, si bien lo piensan, lo que hay es una espiral de contaminación progre que entra por el flanco villalobiano, adquiere un interesante matiz arriolano, y termina descansando en la siempre serena inteligencia del presidente del partido, donde todo o casi todo empieza y termina.
 

Fuera de ironías, lo que tenemos es un anteproyecto de ley del aborto de Gallardón que, por mucho que presuma ahora el ministro de Justicia de haber recibido el respaldo mayoritario del partido (que lo tiene), va a quedar desnaturalizada, corregida y, en definitiva, castrada y abortada en su esencia para gozo de la rojambre más radical y para desgracia de los millones de niños que no tendrán la suerte de poder nacer, crecer y vivir como sí están haciendo los que van a ser sus verdugos. Muchos de ellos, respetabilísimos diputados con carné de partido que, a veces, organizan saraos la mar de divertidos en el Parlamento votando en secreto.
 

 

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