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Diario YA


 

la gallera

La persecución islamista

José J. Escandell. Hace unos días pude ver unas imágenes que los medios de comunicación corrientes nos hurtan, y que son las de los asesinatos masivos de cristianos en Irak. Una cosa es ver películas de tiros y otra muy distinta ver la frialdad con que un soldado va disparando en la cabeza a un hombre tras otro, en medio de un charco de sangre, y los empuja moribundos a una fosa. Se ve que a veces precisamos tan gráficas experiencias para que los hechos nos muestren su valor.

 

Los culpables de esa persecución son musulmanes. Hay quienes se han quejado de que los cristianos iraquíes sean maltratados “en nombre de la religión”. El islam asesino no es una religión. No puede ser sino una artimaña del Diablo para destruir a los hombres.

 

¿Lo es todo islam? Este diario “Ya” ha publicado que el gran muftí de Arabia Saudita ha declarado a los yihadistas enemigos del islam; una declaración blandita y suave. Acabo de leer asimismo que la Unión Internacional de Ulemas Musulmanes acusa al Estado Islámico de violar la sharia. ¿Alguien más entre los discípulos de Mahoma? Sobre todo: ¿son creíbles esas declaraciones? ¿Son sinceras? ¿Son prácticas, tienen consecuencias concretas?

 

Un destacado conocedor de las religiones y sectas, Massimo Introvigne, ponía en guardia, hace poco, ante la posibilidad de que se vea en Irak un puro enfrentamiento entre cristianismo e islam. Mostraba, para justificarlo, que el ISIS también masacra musulmanes chiítas y yazidíes, y que, aun siendo sunníes, no están de acuerdo ni con los Hermanos Musulmanes ni con Al-Qaeda. Creo que, en el fondo, lo que Introvigne quiere sugerir es que la defensa del mundo ante el Estado Islámico iraquí debería estar integrada no sólo por el occidente «cristiano», sino también por todos los musulmanes que entienden el islam como una religión pacífica, capaz de convivir con otras. Pero, ¿existe tal islamismo? ¿Si existe, tiene capacidad, e interés real, por rechazar al ISIS?

 

Naturalmente, en el «conflicto» se mezclarán multitud de factores ajenos a la religión: los intereses políticos y económicos que tantas veces ensucian los ojos de la justicia. Desde luego, la siempre necesaria prudencia obliga a analizar los grandes problemas reuniendo, de entrada, todos los datos relevantes, sin dejar ninguno fuera. Precisamente por eso no es fácil no recelar que Occidente, una vez más, esconda la cabeza bajo el ala.

 

Que Occidente se suicida, ahíto de placer, poder y autocomplacencia, es algo bien sabido. Busca la paz del buen burgués, satisfecho y seguro en su riqueza, y la justicia para él se resume en distinguir al menos siete tipos de basuras domésticas. Los problemas perturban su sosiego. Por eso, viviendo a corto plazo y deslumbrado por doctrinas simplonas, acoge a los musulmanes y no distingue los musulmanes decentes y los musulmanes asesinos. Las muertes en Irak (o en Pakistán, o en…) están demasiado lejos para nuestros conciudadanos que disfrutan de la playa en Gandía o en Marbella.

 

Puede llegar el día en que de la Puerta de Alcalá cuelguen los cuerpos ahorcados de unos cuantos madrileños, junto a una mezquita plantada en medio del Retiro y las ruinas de las iglesias vecinas en cuyos solares se levantarán cruces con sacerdotes clavados.  Mientras tanto, Rajoy y Merkel seguirán recorriendo el Camino de Santiago, el cual desemboca en un buen restaurante. La ventaja es que el islam encontrará que «España va bien», y eso le resultará sin duda muy ventajoso. Es el gran gesto de la tolerancia y apertura de occidente: el último saludo aristocrático del capitán que se hunde ridículo con su barquita.

 He aquí que la Ilustración enseñó a todo el mundo que el problema para la paz es la religión, y entonces el enemigo era la Iglesia. He aquí que el problema hoy para la paz es el islam. He aquí que el oprimido hoy (desde hace tres siglos), por el islam y por el occidente ateo, es el cristianismo. Este es el escenario.

 Estos días las radios y las televisiones hablan del asesinato del periodista americano J. Foley. Casi nadie ha dicho que era cristiano católico. Sin embargo, lo importante es que era periodista. Occidente vive de los rescoldos de la fe cristiana que le dio el ser. Sin embargo, vuelve la cabeza y abandona sus raíces, falto de energía, anegado en sus degeneraciones, aplastado por sus infidelidades.

 

 

 

 

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