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Los obispos de Europa: Ante las elecciones europeas

L. J. Gómez Jaubert. 22 de mayo. En fecha de 14 de mayo de 2009, la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española (CEE) hizo pública, en versión española, el texto de la Declaración de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), aparecida el pasado 20 de marzo bajo el título: “Construir una Europa mejor” con motivo de las próximas elecciones europeas.

Después de leer y meditar los puntos de la citada declaración, se llega con facilidad a una predominante conclusión: los obispos europeos están preocupados por la peligrosa deriva de la Unión Europea animada por las leyes y políticas, entre otros organismos, del Parlamento Europeo. No hace falta ser muy observador para entender que el pensamiento cristiano está muy lejos de los contravalores que se están imponiendo en Europa auspiciados, en gran parte, por un silencioso consenso de los partidos mayoritarios.

Por otra parte, contempla el documento episcopal la necesidad de que la inspiración cristiana, tan pedida por los dos últimos papas, se proyecte sobre cualquier tema que afecte a la dignidad de la persona. No es ni quiere ser la doctrina de la Iglesia, en referencia a lo público, monotemática. La defensa de la vida y la familia es básica pero, a la par, hay otros aspectos que cuidar. Está en juego el alma de la propia Europa, por lo que solicitan de los cristianos un mínimo de coherencia: “La participación de los cristianos es esencial para redescubrir  el “alma de Europa” que es vital  para responder a las necesidades fundamentales  de la persona humana y para el servicio del bien común”.

Por todo ello, una vez más, se insiste en las materias que deberían ser innegociables y que, repetidas hasta la saciedad desde hace décadas cual voz en el desierto, encuentran como respuesta, en los cristianos de los partidos mayoritarios de izquierdas y derechas, el más absoluto abandono de las mismas en manos de los que imponen una profunda amoralidad y un relativismo totalizador. Resumamos lo afirmado por los obispos:

“Respetar la vida humana de la concepción a la muerte natural, como parte integrante de las legislaciones, programas y políticas de la Unión Europea en su conjunto. Apoyar a la familia fundada sobre el matrimonio, -entendido como la unión entre un hombre y una mujer- como unidad básica de la sociedad. Promover los derechos sociales de los trabajadores (…), Promover una gobernabilidad económica fundada en valores éticos (…), Promover la justicia en las relaciones de la Unión Europea con los países en vías de desarrollo (…), Demostrar la solidaridad mediante la elaboración de políticas de ayuda para con los más débiles y más necesitados en nuestra sociedad (en particular, los discapacitados, los que demandan asilo, los inmigrantes), Proteger la Creación (…), Promover la paz (…)”.

Algún lector podría estar pensando “más de lo mismo”. El problema, sin embargo, no está en los obispos sino en aquellos electores que votando son más leales a las siglas de un partido que fieles a sus compromisos como cristianos y en los elegidos que optan por la disciplina partitocrática por encima de la voluntad del mismo Dios, manifestada en el orden natural de las cosas.

Termina el texto episcopal con unas palabras de Su Santidad el Papa Juan Pablo II: “La inspiración cristiana puede transformar la integración política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los europeos  se sientan en su propia casa”   (Ecclesia in Europa, 121). No se ve, por más que se mire, la inspiración cristiana, excepto en personas muy concretas, en los programas de los partidos mayoritarios. Creo que una voz que hable en cristiano se hace, cada vez, más necesaria. Repasen lo que escribí en los tres artículos anteriores. 

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