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Moral constitucional

Joaquín Jaubert. 19 de junio. Los cristianos y, en particular, los católicos son, posiblemente y en estos últimos años, los más incoherentes, en su decir y obrar, con respecto a los creyentes de otras religiones. Y más que en su vida privada, que cada uno sabrá lo que hace, lo son en lo tocante al ámbito público, aunque sea en algo tan secreto como su voto. Pero, cuando el que habla y actúa es un político católico, parece como si se olvidara de sus creencias fundamentales apartándolas de todas sus consideraciones por pensar que, con esta actitud, obtendrá algo más que un plato de lentejas o tal vez mucho más que treinta monedas, aunque sea a costa de vender su alma.

La ausencia absoluta de un mínimo de conocimientos sobre el ser humano, sobre el Derecho Natural, sobre la razón y los límites de la política; la incapacidad manifiesta para una seria reflexión más allá de los consensos y de las leyes elaboradas por mortales hombres, les sitúa, como tantas veces he denunciado, en el lugar de Dios convirtiendo las “ocurrentes ideas” de cada legislador o gobernante en un creación religiosa y el sistema generado en una verdadera religión que, por supuesto, sí que es obligatoria de creer.

Ante la necedad de calificar lo sustancial, que tiene explicación por sí mismo, con adjetivos que pongan el pensar pasajero del momento por encima de la seria reflexión de siglos, nos hace recordar que a la cultura de la muerte que profesan hay que añadir la muerte de la cultura, desde su raíz etimológica, como algo cultivado. Ya habíamos oído hablar de un anacrónico patriotismo constitucional, pero lo que nunca se me hubiese ocurrido es que, ahora, la moral a profesar se encuentre en la Constitución con fecha de 1978: moral constitucional. La razón, está clara ¡ha sido consensuada!… por los políticos e interpretada por ellos mismos, sacerdotes de una nueva religión: la constitucional. No importa que la moral haya de construirse con caracteres de objetividad y que esta otra moral predicada desde los nuevos púlpitos sea tan cambiante como los mortales que la consensúan. No importa nada, ellos decidirán lo que es vida y lo que no lo es, quien es ser humano y quien no, quien debe morir y quien no, que es el matrimonio y que no lo es, que es religión y cuáles son sus límites y qué es la ilimitada política. Y dentro de unos años a cambiar otra vez.

No esperaba, ante el muy serio y profundo documento de la Conferencia Episcopal Española sobre el aborto, otra respuesta que la que nos han ofrecido los políticos representantes del “pueblo soberano”. Muchos de ellos elegidos con el voto de tantos católicos que han entrado en la misma dinámica que los que dicen representarlos. La dinámica que impone que la política está por encima de todo lo humano y lo divino. Y ahí están lo hasta el día seis de junio tan católicos, diciendo que a ellos no les manda nadie, excepto la disciplina de partido.

La Jerarquía Eclesiástica advierte de que "de acuerdo con la doctrina de la Iglesia, ningún católico coherente con su fe podrá aprobar ni dar su voto" a la futura Ley de Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo. Las respuestas de los llamados políticos católicos se resumen en que eso es opinión de los obispos que tienen derecho a opinar, en el mejor de los casos, pero que los políticos, católicos o no, harán lo que otros les dicten. Las frases que se pronunciaron abarcan un “amplio” espectro, según sea la derecha o la izquierda quien enuncie los “sabios pensamientos”, sobre la edad en la que se puede matar, la edad a partir de la cual se puede ser víctima, y con el permiso de quien se puede optar por matar. Para la izquierda matar es un derecho y para la derecha se podrá, con matizaciones semánticas, matar  en tanto en cuanto se consensúe. Esta última no votará a favor no por conciencia bien formada sino porque se considera que no tiene el suficiente consenso y además, según sus líderes, hay que diferenciar entre moral y religión, "que es a lo que se dedica la Iglesia", y la política pues “los políticos nos dedicamos a hacer política", que en el contexto actual es hacer de dioses caprichosos como los del Olimpo. Eso sí están absolutamente en contra" de que una niña de 16 años pueda abortar sin el consentimiento de sus padres.

Pero la mejor frase es la del que afirmó que no hay otra moral de referencia que la constitucional… será para los políticos. ¡Toma ya!

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