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Diario YA


 

Europa! ¡Sé tú misma! – como grabaría en nuestros corazones San Juan Pablo II

Te reto, Europa

Daniel Fernández Cantalapiedra. El presente comentario de opinión no tiene por intención describir cosas que no son, ni lanzarse sin freno a la ilusión de una utopía como si se tratara de otra “nueva era”, como las que ya estamos hastiados de ver.

No, muy por contra, trataré de explicar cómo aun en tiempos recios como son estos, descritos así acertadamente por el Monseñor José Ignacio Munilla, existen motivos para la esperanza.
Pero antes me gustaría tomarme la libertad, espero que con el fin de que se entienda este artículo, de explicar cómo entre las más vívidas experiencias de un servidor, perteneciente a la generación nacida en 1983, hubo un evento que le marcó profundamente.

Algo que le dejó una huella indeleble la cuál, sin ser consciente, actuaría como un artesano oculto dando contorno y forma a lo que es hoy su vida.

Robert Schuman

En tiempos como los de hoy en los que para muchos “turistas” se torna inconcebible atravesar el continente por medios terrestres, el autor de este artículo recorrería el continente y tendría la oportunidad de quedarse prendado por sus verdes paisajes.

Habría de quedarse embelesado también por el avance y desarrollo de sus principales naciones y, por qué no, por tener la oportunidad de conocer a quienes ni siquiera en ese momento consideraba como vecinos propios en un continente compartido, con un destino común.

Eran tiempos no muy lejanos, allá por los 90 del siglo pasado.

Cometo este exceso mencionando esto porque me gustaría decir que no somos pocos aquellos para los que Europa es en cierto modo un sueño recurrente, una idea bondadosa, perfecta en su género, una patria común pero todavía hoy inexistente a la cuál somos muchos, tal vez, los que deseamos asistir.

Pero... ¿dónde estás, Europa? O para que se entienda de seguro más claro, ¡vuelve a encontrarte, Europa! ¡Sé tú misma! – como grabaría en nuestros corazones San Juan Pablo II, en una visita a Santiago de Compostela.

Porque de poco nos sirve quedarnos en la queja, incluso escribir estas palabras, si no nos sentimos impelidos a no dejarnos arrastrar por el tornado y sinsentido de contravalores como al que asistimos hoy.

Y hoy, de forma muy viva, cabe recordar que el enemigo de aquello con lo que soñamos no tiene nombre ni apellidos - pensar de otra manera sólo nos hará chocar contra el muro de los juicios. Escapemos del mismo y saltémonos ese dudoso - por poco práctico - entretenimiento.
Quedémos sin embargo para ser más justos con que muchos de los que hoy dirigen las riendas de esta Europa a la que asistimos escandalizados hoy, tienen comportamientos, ideas o decisiones distorsionados, chirriantes sí, desviados de la norma.

Comportamientos por los que no obstante serán responsables como cada uno de nosotros lo somos, empezando por un servidor, como de todas y cada una de las faltas que hemos cometido y cometeremos – nos guste o no - a lo largo de la vida.

Algo por lo que tarde o temprano necesariamente deberán rendir cuentas.
Recuerdo esto pues ya uno de los padres de Europa, el venerable Robert Schuman, quien un 19 de marzo de 1958 acuñaría que “Europa vivirá y se salvará en la medida en que tenga conciencia de sí misma y de sus responsabilidades, cuando vuelva a los principios cristianos de solidaridad y fraternidad.”, y no se equivocaba, lo estamos viendo.

Para continuar el propio Schuman en su Pour l´Europe con que “Europa no puede y no debe quedarse en una empresa económica y técnica. Hay que darle un alma”.
No obstante, ¿dónde estás, Europa? Claman algunos. Otros por su parte desesperan, al tiempo que algunos suspiramos por una Europa con la que soñamos, pero a la que aún no hemos alcanzado a ver.

Es posible que la solución elegante a este problema sea decir que crispar más el ambiente, echar más leña al fuego tal vez no sea la solución – pese a formar parte del instinto más natural y lógico del hombre, dada la coyuntura.

Encendamos pues una luz en la oscuridad, entendamos que aun sin negar la gravedad del problema, la solución pasa por celebrar nuestro verdadero destino, y no tropezar tirando piedras a cada perro que ladra a nuestro paso.

Europa, te reto a pensar que saldrás de esta. Te reto a que vuelvas a ser tú misma como somos muchos los que te conocemos por lo que eres capaz de ser, y no por lo que hoy apesadumbrados vemos.
Vuelve en ti, resucita de tus cenizas y, aún si no tengo años para verte volver al camino, de igual modo te llevaré la contraria sabiendo que la verdad es lo que siempre ha triunfado, sea lo que sea aquello por lo hasta que nos demos cuenta tengamos que pasar...

 

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