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Diario YA


 

Terrorismo en una universidad de la Iglesia

Manuel Bru. 2 de Noviembre.

ETA quiso sembrar el terror, el pasado jueves, en una universidad, lo que es muy significativo, y en una universidad de la Iglesia, lo cual es aún mucho más significativo. Como universidad fundada y vinculada a una obra de la Iglesia, la Prelatura del Opus Dei, la prestigiosa Universidad de Navarra, una de las mejores del mundo, ha sido blanco de los terroristas –por sexta vez- porque, como decía la nota de condena de otra universidad católica, la CEU San Pablo, los terroristas atentan contra un lugar de pensamiento porque no aceptan otro pensamiento que aquel que ellos quieren imponer por la fuerza.  Pero por otra parte, se trata de un atentado contra la Iglesia, contra la labor educativa de la Iglesia, contra la libertad de la Iglesia. La universidad católica, toda universidad católica, representa una de las notas más genuinas de la Iglesia, precisamente su catolicidad, es decir, su universalidad. Hasta el punto que decir “universidad católica” es una redundancia, porque la universalidad del pensamiento identifica el magisterio universitario, como la universalidad de la Iglesia manifiesta su catolicidad. Esta apertura es precisamente esto lo que no soporta el nacionalismo exacerbado y excluyente, que porque no entiende al hombre como un ser digno en sí mismo ni libre, tampoco entiende una comunión sin fronteras de hombres libres conscientes de su dignidad de hijos de Dios. Ellos querrían una pseudo-iglesia a su medida, una secta cerrada, racista y xenófoba, esa misma que no pocos engañados y entontecidos, creen que es la Iglesia vasca o navarra, orgullosos no del agua del bautismo o del pan de la eucaristía que les una, sino de una supuesta sangre común que se convierte en una arma arrojadiza, sin metáfora, contra el resto de la humanidad.

Los heridos de este último atentado en Pamplona son víctimas no sólo del terror de unos asesinos, sino del terror de quienes no quieren que piensen, que estudien, que recen, que crean. Estos asesinos –siempre que actúan lo hacen así- antes que querer destrozar el cuerpo, quieren ahogar el alma, y por tanto, la razón, la libertad, la fe, la esperanza, y esa caridad que clama al cielo fraternidad y unidad de toda la familia humana. Hoy, día de los difuntos, es día para ver con los ojos del Evangelio a miles de vivos entre los muertos, porque el Resucitado los liberó de la muerte; y entre los vivos, a miles de muertos: marionetas del terror, del fanatismo, del odio, del nacionalismo que es la más perversa expresión del egoísmo colectivo, muertos a la vida verdadera que no soportan que otros estén vivos, y no hay nada más vivo que una comunidad de pensamiento y de progreso que busca la verdad bajo la luz del Dios de la Vida.  

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