Principal

Diario YA


 

Aperturismo y cerrazón

José Escandell. 29 de noviembre.

En medio del desbarajuste en nuestra cultura hay algunos grupos que conservan los viejos principios. El sistema imperante les acusa de cerrados.

Es bueno lo que es abierto. He aquí un juego en el que se mezcla la afectividad con la lógica y el buen sentido y se producen interferencias. El pensamiento al uso emplea como argumento frente a esos grupos un juicio abstracto. Se dice que lo negativo de esos grupos no estriba en lo que defienden sino en el modo como lo defienden. Se añade que los grupos en cuestión serían aceptables en el diálogo democrático en el que se pueden encontrar todas las opciones, sino que se encierran en posiciones que pretenden ser únicas y exclusivas de modo que, en tales condiciones, la convivencia es imposible.

Las críticas a los defensores de principios suelen comenzar por ser periféricas, porque un rasgo del estilo de pensamiento actual es que elude entrar al fondo de las cuestiones. Por el contrario, si encuentra un agarradero en algo periférico, prefiere alegar defecto de forma. Como quien se opone a que las niñas chinas se venden los pies porque las niñas no pueden resistirse a hacerlo, y no porque el vendarse los pies sea perjudicial para la salud. Como quien se opone a «Educación para la ciudadanía» por constituir una intromisión en la libertad (que también), y no porque lo mandado por el Gobierno es una rotunda inmoralidad.

Los grupos acusados de cerrados entienden que su cerrazón es un medio imprescindible para defender los rectos principios. Como que el honor de la mujer le lleva lógicamente a no aceptar diálogo ninguno con quien puede mancillarla. Ante el riesgo, hay que asegurar la victoria. Además, se dan perfecta cuenta estos grupos de que quienes les atacan por razones de modo quieren, en realidad, que estos grupos desaparezcan.

Los grupos de mentalidad abierta son ciegamente agresivos. No se interesan por la posibilidad de cambiar de postura y aceptar algo de lo que proponen los grupos llamados cerrados. Dan por sentado que lo defendido por estos no es aceptable en absoluto. Ellos mismos se ponen, en tales condiciones, en la sede de la verdad y en el monopolio de ella. Expulsan con desprecio a las tinieblas exteriores a los grupos cerrados. Los que se dicen abiertos no lo son en absoluto y quieren imponer sus posiciones a quienes discrepan. Por eso mismo la cerrazón de los grupos opuestos se encona cuando los aperturistas insisten en sus ataques. No pueden hacer otra cosa. Todo por evitar discutir sobre principios. 

Etiquetas:josé escandell