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Diario YA


 

EDITH STEIN, UNA MUJER ENAMORADA DE LA VERDAD

José Luis Orella
Edith nace en 12 de octubre de 1891 en Breslau, capital de Silesia, provincia de Prusia, en el entorno de una familia judía ortodoxa dedicada al comercio, siendo la última de once hermanos. Dos años después muere su padre, debiendo su madre llevar el negocio y la extensa reata de hijos. En la escuela, la pequeña Edith pronto destaca por su abierta inteligencia ganando los premios anuales a la mejor alumna. A los trece años tiene una crisis que le hace abandonar la fe en su religión y los estudios. En este tiempo vive en Hamburgo en casa de su hermana Else. Sin embargo, tres años después continuará sus estudios, aunque Edith se declarará atea convencida. Su tiempo de bachiller en el Gymnasium fueron de los más felices de su vida.

En 1911 termina el instituto con brillantes calificaciones y sobresale en la prueba de acceso a la universidad. Ya en esta época a Edith le apasiona la lectura de buena literatura. En este año se matricula en la Universidad de Breslau dedicándose especialmente a la psicología. En este tiempo, Edith tiene un gran idealismo ético, sentido de la participación en la vida social y huye del fuerte individualismo de sus contemporáneos. Edith milita en grupos estudiantiles que piden el voto a favor de la mujer en la cerrada sociedad prusiana. Sin embargo, Edith encuentra un pequeño grupo de amigos con los cuales cree puede cambiar el mundo, sin que por ello abandone el baile, reme en barca o vaya en trineo. Especialmente la música de Bach la arrebata y le da la fuerza de no rendirse y luchar por un mundo puro y perfecto.

Pero la lectura de Investigaciones lógicas de Edmund Husserl le entusiasmó y se fue a la Universidad de Gotinga, donde, desde 1905 a 1913, pasó el tiempo estudiando el método fenomenológico e iniciando su tesis, sobre El problema de la empatía. No obstante, el inicio de la primera guerra mundial la retendrá un tiempo, al presentarse como enfermera voluntaria en la cruz roja, recibiendo por su servicio una medalla al valor. En 1916 su maestro Husserl es trasladado a Friburgo, donde Edith le sigue, defiende su tesis obteniendo la máxima calificación en su doctorado y convirtiéndose en asistente del Husserl. Sin embargo, el trabajo al lado del maestro no la llena al no dejarle margen a plasmar su opinión en su trabajo. A parte, la guerra va aniquilando  algunos de sus amigos y ella se ve afectada por como sus amigas cristianas reciben la muerte de sus maridos en combate con resignación, e inician la tarea de levantar una familia decapitada.

En 1920 vuelve a su Breslau natal, donde pensativa decide pensar que hacer con su vida, es uno de los momentos  más difíciles de su vida. Al año siguiente decide vivir un tiempo con el matrimonio Conrad-Martius, filósofos protestantes que a su vez son discípulos también de Husserl. En su casa descubre un libro sobre la vida de Santa Teresa de Avila, en la obra se afianza su búsqueda del bien y de la verdad. Una búsqueda que ya se había iniciado con su contacto con sus compañeros universitarios Max Scheler y Anne Reinach, los dos conversos, el primero al catolicismo y la segunda al luteranismo.

El contacto con la vida de la santa avulense la impregna de tal forma que se lee un catecismo, un misal y va a Misa. Después le pide al sacerdote que la instruya, Edith tiene treinta años y de forma fulgurante quiere, como las enamoradas, correr detrás de una felicidad que no se le escape. En enero de 1922 recibe el bautismo, siendo su madrina Hedwig Conrad-Martius, a pesar de ser protestante. El único problema que se le plantea a la conversa es como explicárselo a su madre, una fiel creyente en la religión judía. No obstante, a pesar del rechazo familiar, Edith es feliz y se retira 18 veces a la abadía benedictina de Beuron. Allí recibe la dirección de Dom Raphael Walzer, abad del monasterio, que la desaconseja entrar en un convento, y al contrario la incita a la vida social, dedicada a la enseñanza y a la investigación.

Edith empieza sus clases en el Instituto Santa Magdalena de las dominicas, donde enseña filosofía y religión. Sin embargo, su nivel es alto y a las alumnas les cuesta seguir el paso de la doctora. Al mismo tiempo, Edith realiza traducciones escolásticas como las Cartas y Diarios del cardenal Newman, y las  Quaestiones disputatae de Santo Tomás. En 1932 es nombrada profesora del Instituto Superior de Pedagogía Científica de Münster. A partir de entonces, Edith estudia, enseña, investiga y da conferencias, especialmente sobre el valor de la mujer en la sociedad.

Sin embargo, el ascenso del nazismo al poder la imposibilita para seguir ejerciendo la enseñanza por su origen judío. Esta prohibición la ve Edith como la señal de poder entrar en el Carmelo, que hasta entonces le había sido retrasado por su valía intelectual en el mundo. Edith esculpa y defiende a los suyos, ella es la primera patriota alemana y se siente tan prusiana como los demás y no cree que se pueda culpabilizar a miles de judíos por las acciones de algunos jefes revolucionarios del mismo origen. En 1933, Edith ingresa en el Carmelo de Colonia y en 1938 profesará solemnemente, tomando el nombre de Teresa Benedicta. A su entrada asistieron universitarios que la habían conocido y muchas mujeres de la Federación Católica de Mujeres, a las que tantas veces había hablado.

En 1938, Edith recibe el aviso de la superiora de que se traslade, junto a su hermana Rosa, quien también se ha convertido al catolicismo, al monasterio de Echt en Holanda, donde puede estar a salvo de las leyes raciales. Sin embargo, el inicio de la segunda guerra mundial y la ocupación de Holanda, marcará el destino de Edith. Los obispos holandeses prohiben a los católicos que formen parte del NSB (movimiento fascista holandés) de Antón Mussert y protestan ante las persecuciones de la numerosa comunidad hebrea. La respuesta de las autoridades alemanas será la detención de los judíos de religión católica, excluidos hasta entonces de la medida. Edith y su hermana serán detenidas en 1942 y enviadas al campo de concentración de Auschwitz, después de ser denegada su entrada en Suiza. Ambas morirán en el famoso campo de concentración. Edith murió a los 51 años, a los siete días de llegar. Será canonizada el 11 de octubre de 1998 por Juan Pablo II, quien al año siguiente la proclamó copatrona de Europa.

 

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