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Diario YA


 

Editorial: "El gracioso de Wyoming"

Ya saben nuestros lectores más fieles que en este diario acostumbramos a editorializar sobre asuntos relacionados con los ataques que la sociedad occidental perpetra contra los valores cristianos, y más concretamente, contra los planes que la gran mayoría de los políticos españoles tienen para, a través de una compleja operación de ingeniería social, conseguir varias generaciones de individuos ateos, vagos, con encefalograma plano (Pepiño´s way of life) y sin el menor apego a la familia tradicional. En esa batalla moral estamos, y en ella pensamos seguir.

Pero también, con alguna frecuencia, nos ocupamos de hacer un análisis crítico de la profesión periodística, porque precisamente por las características de la sociedad postmoderna, lo que se dice y se hace en los medios de comunicación repercute directamente en la ciudadanía. Y hemos dicho en alguna ocasión que si nuestro paso por el periodismo digital sirve para introducir una mínima reflexión sobre los imprescindibles criterios éticos que deben presidir el oficio, lo habremos dado por muy bien empleado. No es un asunto baladí, y por ello intentaremos explicarnos de nuevo.

Lo que ha hecho La Sexta, y en concreto un presentador de esa cadena, con una broma en la que se aparentaba un caso de "mobbing" con una becaria, sólo para burlarse de otra cadena de televisión, simplemente no puede tolerarse en esta profesión. Y como en este oficio hay algunos organismos y asociaciones profesionales que se dedican a observar este tipo de cosas, esperamos que actúen inmediatamente y sean todo lo contundentes que la ocasión merece. Porque una cosa es una broma, y otra muy distinta esta falta absoluta de respeto a todo, al periodismo, a los espectadores, a la competencia, a la deontología y a la mínima educación.

De entrada, diferénciese entre profesionales de la información y payasos. Es decir, entre personas cualificadas para dar noticias, analizarlas, interpretarlas, valorarlas y transmitirlas, y personas cuya única intención es cachondearse del mundo y ganarse la risa ajena. Y una vez hecha esa primera y necesaria diferenciación, hagámonos otras preguntas: ¿Qué hace exactamente un médico con vocación de humorista presentando un espacio informativo de tono satírico en una cadena nacional de televisión, aunque sea privada? Ojo, porque no decimos que sea ilegal; lo que pedimos es que se abra esa reflexión entre los profesionales de los medios. ¿Tan malos somos los periodistas titulados y con años de experiencia que los MCS tienen que recurrir a licenciados en Medicina con ínfulas de Miliki para presentar sus programas?

No vale cualquier cosa para subir la audiencia, no vale. Ni siquiera estar siempre al lado del poder político, en un lewinskismo profesional ciertamente lamentable, le da a uno derecho a saltarse las normas que desde siempre presiden las relaciones entre los distintos medios de comunicación. No es decente hacer bromas con un asunto tan serio como el acoso laboral. No es digno aprovecharse de la mansedumbre de una trabajadora para crear una historia plagada de insultos, malos modos, ordinarieces varias, mal gusto por arrobas y zafiedad. El periodismo tiene la obligación de purgarse de esta basura, porque sólo así podrá recuperar algo de la credibilidad que durante mucho tiempo atesoró.

Miércoles, 4 de febrero de 2009.

Etiquetas:editorial