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Diario YA


 

La Verdadera Consagración

Daniel Ponce Alegre. Teólogo y Antropólogo. El día 2 de Febrero de 2015, recordamos los católicos, la Iglesia de Cristo en Roma, tal y como estableció el Santo Papa Juan Pablo II, la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén por José y María, sus padres en la tierra, pues así lo estipulaba la Ley que Jahvé, el Señor, había entregado a su Siervo y Profeta Moisés más de 1500 años atrás y que decía que a los 40 días del nacimiento todo nacido debía ser presentado en el Templo a Jahvé, el Señor de Israel.

Este año 2015, en estos días, celebramos también como cada año la Vida Consagrada en la Iglesia, pero este año tenemos dos aspectos especiales añadidos: La Jornada Mundial de la Vida Consagrada y el Año Jubilar para la Vida Consagrada, junto con el año en que recordamos el ejemplo de vida consagrada a Dios de Santa Teresa de Jesús, de Ávila.

Todas estas celebraciones y motivos de Gozo en el Señor, no serían nada sin lo que ya estaba establecido por la Ley, y que los padres de Jesús cumplieron, al igual que cumplieron con lo establecido respecto a la circuncisión del varón al 8º día de nacer, y que quedó registrado en el Evangelio según San Lucas, en el Cap.2 y en los versículos 21 - 40:

" Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.

Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la Ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor, y para ofrecer conforme a lo que se dice en la Ley del Señor: Un par de tórtolas o dos palominos.

Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

Y le había sido revelado por el Espíritu santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.

Y movido por el Espíritu, vino al Templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al Templo, para hacer por él conforme al rito de la Ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:

Ahora, Señor, despides a tu Siervo en paz, conforme a tu Palabra; por que han visto mis ojos tu Salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para Revelación a los gentiles, y Gloria de tu Pueblo Israel.

Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.

Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha, y una espada traspasará tu misma alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.  

Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la Tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

Ella, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la Redención en Jerusalén.

Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la Gracia de Dios era sobre él ".

En este relato, son ejemplos de vida consagrada o dedicada al Señor, la vida de Simeón por un lado y la de la profetisa Ana en las que sobresale su vida en el Espíritu a través de la Oración, el Ayuno y el alimento de la Palabra de Dios, la Profecía.

En la Ley de Cristo, bajo el Espíritu de Jahvé, no seguimos la Ley de Moisés pues ésta ha quedado superada y completa por la de Cristo y por el Bautismo en su muerte y resurrección que nos limpia del pecado de forma definitiva, a diferencia del sacrificio de animales que recordaba a los israelitas su situación pecaminosa pero no les limpiaba del pecado, pues la sangre, alma o vida de animales no equivale a la sangre, alma o vida humana, y era necesario el sacrificio perfecto de Cristo para que pudiésemos recuperar la vida o alma humana perfecta, que perdimos con el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva.

La verdadera consagración, la que nos limpia y nos hace santos a los ojos de Dios es el Bautismo en el Espíritu de Dios, gracias al sacrificio o mediación perfecta del Sumo Sacerdote Eterno, Jesucristo, Señor para Gloria de Dios Padre, Jahvé y reconocimiento definitivo de su Soberanía.

Recordemos esto en el día de hoy, en los próximos días y durante todo este Año Jubilar, pues es sólo esta Consagración o Vida Consagrada, la del Bautismo en Cristo, con Cristo y por Cristo la que Salva, las otras, votos privados de consagración monacal, votos para vírgenes consagradas o votos de consagración en un Instituto u Orden de la Iglesia, así como la consagración para el sacerdocio ministerial, son sólo medios o partes de la Única Consagración o medio de Santificación posible.

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