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Diario YA


 

Camino de Zinderneuf

Orgullosos de nuetras letras

Juan Carlos Blanco, De entre los diferentes ámbitos en que descollamos los españoles cabe destacar con henchido orgullo el ámbito de la literatura y aún el de la pintura, el mundo literario y el pictórico como muestra de lo que somos capaces de aportar al resto de los países que nos rodean y que se encuentran en una tesitura idéntica o muy parecida. El recorrido eminente a través de los muchos siglos en los que salvo en ocasiones contadas hemos logrado dejar nuestra impronta y aportar nuestra visión y nuestro talento hasta situarlo como referencia indiscutible y como avanzadilla de tantos. La escritura tan perspicaz y analítica de Cervantes como punta de lanza, su prosa medida y sin parangón que trasciende sobre los demás autores de su siglo y de los que vinieron más tarde, su genialidad indiscutible como prueba plausible de lo que puede alcanzar el ingenio del ser humano cuando se dan las condiciones precisas.

En una ocasión le preguntaron a Borges sobre lo que habría deseado ser en su vida, de haber podido elegirlo, y su respuesta fue taxativa y sin miramientos, tan evidente debía de resultar a sus hastiados ojos: Escritor español del siglo de Oro…

Los renacentistas Boscán y Garcilaso, Castillejo, Gutierre de Cetina, De Acuña, Fray Luis de León, Cervantes… “Ojos claros, serenos, // Si de un dulce mirar sois alabados, // ¿Por qué, si me miráis, miráis airados? // Si cuanto más piadosos, // más bellos parecéis a aquel que os mira, // no me miréis con ira, // porque no parezcáis menos hermosos. // ¡Ay tormentos rabiosos!! // ojos claros, serenos, // ya que así me miráis, miradme al menos”.

Los barrocos Góngora y Lope, Espinosa, Quevedo, Rodrigo caro, Fernández de Andrada… En un tiempo en que la empobrecida España se desangraba en pos de un objetivo indómito e inalcanzable, consumiendo sus recursos últimos que tardaría en recuperar siquiera en parte, los económicos y los humanos, sin obtener los resultados que habrían de parecer deseables, cuanto menos el reconocimiento más allá de nuestras fronteras tras los muchos logros de que fuimos capaces. Y entre la nube aquella de polvo y de ruido ensordecedor propiciado por el entrechocar de los aceros y de los gritos de los heridos y de los que dejaban sus huesos esparcidos por los ingentes campos de batalla, se abría camino pese a todo el talento indiscutible y el orgullo de ser español de unos cuantos que conservaban la lucidez y que se debatían ante la necesidad de conservar lo que llevaban dentro, el conocimiento y la sabiduría que podrían legar a las generaciones futuras, como presente póstumo. Y se trata de un suceso que se repite incesantemente con el correr del tiempo, más se acentúa la claridad y lucidez de los que cuentan con ella cuando peor se ponen las cosas, cuando no parece quedar otra opción que la de entregar la propia piel y rendirse a los que tratan de imponer su versión de la Historia por la fuerza de las armas.

Boscán y Garcilaso haciéndonos partícipes en la península de la innovación italiana, para lograr a continuación Garcilaso la imprescindible y ansiada revolución poética. Fray Luis y su humanismo Platónico y Cristiano, Lope y su tradicionalismo que se enfebrecía tras su producción permanente, Góngora y sus artificios, Quevedo enfrentándose contra sí mismo y contra el mundo entero, si fuera preciso, apasionado en todo lo que llevara a cabo, ya fuera en la refriega enconada resuelta con el estoque, lo mismo que en la composición de uno de sus poemas satíricos que tantos enemigos le atrajeron, igual de enfebrecido en el cortejo de alguna de las muchas mujeres que con frecuencia rondaba. “Ayer se fue; mañana no ha llegado; // hoy se está yendo sin parar un punto; // soy un fue, y un será, y un es cansado. // En el hoy y mañana y ayer, junto // pañales y mortaja, y he quedado // presentes sucesiones de difunto”.

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